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CASA DE DIOS FAMILIAS EN CRISTO.
ADORANDO AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPIRITU SANTO
AL HIJO
ADORANDO AL PADRE
Y AL ESPIRITUSANTO
La primera frase de la Biblia dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Estas famosas palabras dibujan una línea entre Dios, el Creador, y todo lo demás, que es su creación. La expresión “los cielos y la tierra” es una manera Hebrea de decir “todo desde arriba (los cielos) hasta abajo (la tierra).” El Apóstol de Pablo dividió toda la existencia en dos categorías: “el Creador,” a quien sólo debemos adorar, y “la creación,” que nunca debe ser confundida con el Creador (Romanos 1:25).
"A la luz de lo que la Biblia dice, ¿existe la posibilidad de que existan otros dioses que la Biblia por alguna
El primero de los Diez Mandamientos dice, “Yo soy Jehová tu Dios (Elojim), que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Deuteronomio 5:6-7). La razón por la que Israel no debe tener otros dioses ¡es porque no hay otros dioses! El credo Judío hasta estos días es una confesión tomada directamente de las palabras de Moisés: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4). Este único Dios, llamado Jehová, sólo él creó el universo: “Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo.” (Isaías 44:24). Aún el mismo Dios no sabe de algún otro dios: “No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno” (Isaías 44:8).Tal vez, la verdad más básica y fundamental de la Biblia es que sólo hay un Dios, y que El solo nos creó. Dios demostró esta verdad al pueblo de Israel cuando los sacó de la tierra de Egipto por medio de milagros asombrosos nunca antes vistos: “A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él” (Deuteronomio 4:35).
Su Hijo. Una de las razones de la venida de Cristo al mundo es que conozcamos al Padre celestial y tengamos comunión con Él. La Biblia nos dice que Jesús es su representación exacta; sus palabras y sus obras fueron las mismas del Padre (Jn 5.19; 12.50). Por tanto, cuando miramos al Hijo, estamos viendo el carácter de nuestro Padre celestial.
Su invitación. Dios nos invita, por medio de la Biblia, a unirnos a su familia (3.16). Él se encargó de preparar cada uno de los detalles; a nosotros lo único que nos corresponde es aceptar la invitación.
Su adopción. El lazo más cercano que podemos tener unos con otros es la familia. En el momento de la salvación, el Señor nos adopta en la suya. Esta relación con nuestro Padre celestial dura por la eternidad, dándonos sustento, aliento y amor.
Su amistad. Al llamar “amigos” a sus discípulos (15.15), Jesús reveló un nuevo aspecto en cuanto a su relación, que se aplicaría también a sus futuros seguidores. Cristo es un amigo que nunca nos abandonará.
Su presencia. A partir del momento de nuestra salvación, el Espíritu Santo habita en nosotros. El Señor nos invita a ser miembros de su familia por medio de la fe en Cristo. Este es nuestro llamamiento supremo: creer en Él y vivir para Él todos los días de nuestra vida (20.31). Una vez que llegamos a ser hijos de Dios, su Espíritu obra en nosotros para hacernos más parecidos a su familia, en pensamientos, palabras y acciones.
El Espíritu Santo desempeña varias funciones vitales en el plan de salvación: (1) Da testimonio del Padre y del Hijo (1 Cor. 12:3; 3 Ne. 28:11; Éter 12:41); (2) Revela la verdad de todas las cosas (Juan 14:26; 16:13; Moro. 10:5; DyC 39:6); (3) Santifica a los que se arrepienten y se bautizan (Juan 3:5; 3 Ne. 27:20; Moisés 6:64–68); (4) Es el Santo Espíritu de la promesa (DyC 76:50–53; 132:7, 18–19, 26).
El poder del Espíritu Santo puede descender sobre una persona antes del bautismo y dar testimonio de que el Evangelio es verdadero, pero el derecho de tener, cuando se es digno, la compañía constante del Espíritu Santo es un don que se puede recibir solamente mediante la imposición de manos de un poseedor del Sacerdocio de Melquisedec y después de haber recibido el bautismo autorizado en la verdadera Iglesia de Jesucristo.
Jesús enseñó que es posible recibir el perdón de todos los pecados con la excepción de la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mateo 12:31–32; Mar. 3:28–29; Lucas 12:10; Heb. 6:4–8; DyC 76:34–35).
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El Espíritu hace que el hombre ande en los estatutos de Dios, Ezeq. 36:27.
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Los Apóstoles recibieron la comisión de bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Mateo 28:19.
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El Espíritu Santo os enseñará todas las cosas, Juan 14:26.
PRECIOSO ESPIRITU SANTO VEN A NUESTRA VIDA